viernes, 21 de mayo de 2010

Que Vuestro si, sea si.

El faltar a la palabra es la tónica de cada día. Hoy es común comprometerse y no cumplir, decir que vamos y nunca llegar. Hoy las palabras de muchos, se las lleva el viento. Mis abuelos cuando empeñaban sus palabras, estas eran más firme que un documento. Hoy hasta los documentos los violamos e incumplimos; cuanto mas las palabras prometidas. Jesús se refirió a este problema en la “Parábola de los dos hijos”.

Mateo 21:28-31

Pero ¿qué os parece? Un hombre tenía dos hijos, y acercándose al primero, le dijo: Hijo, vé hoy a trabajar en mi viña.
Respondiendo él, dijo: No quiero; pero después, arrepentido, fue.
Y acercándose al otro, le dijo de la misma manera; y respondiendo él, dijo:
Sí, señor, voy. Y no fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad de su padre? Dijeron ellos: El primero

Incumplido, irresponsabilidad, son palabras que nos son muy familiar y es que casi todos caemos en esta trampa. Somos expertos en evadir los compromisos, sacamos el cuerpo a las tareas asignadas, inasistimos a los servicios dominicales y a otras tantas actividades más. Incumplimos simplemente porque no queremos comprometernos o porque lo que realmente queríamos es hacer otra cosa.


Las excusas son una excelente herramienta para tapar nuestra falta de palabra. “No pude venir por el tranque”, “se me enfermo el perrito”, “me dolía mucho el dedito chiquito del pie izquierdo, por eso no vine”, “no había di una gota de agua en casa, para bañarme”. Decir: Yo voy, yo lo haré, y nunca ir ni hacer, no solo se ve mal sino que pone entre dicho nuestra confiabilidad, no hay nada peor para una persona que ser catalogada como mentiroso o mentirosa. No hay nada mas halagador para una persona, que se diga de él, que es una persona “de palabra”, honesta, sincera y confiable. Pablo hablo de ser de “fe no fingida”, debemos ser de verdad.


Nuestras palabras deben ser un documento, como la de nuestros abuelos. Nunca debemos utilizar frases huecas para escaparnos momentáneamente de compromisos. La Biblia enseña y el señor Jesús lo ratifico, que nuestro hablar debe ser Si, si o No, no. Si dijimos que vamos debemos ir, aunque lleguemos tarde y si realmente no queremos ir, debemos dejarlo bien claro, no entre dudas, para que nadie se quede esperándonos y perdiendo tiempo por nuestra culpa. Nunca permitamos ser catalogados de mentirosos, irresponsables e incumplidos. Que nuestro si sea si y que nuestro no sea no

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